miércoles, 29 de enero de 2014

POR QUÉ FOTOGRAFIAR

En la búsqueda del conocimiento es determinante saber interrogar y saber interrogarse, ya que la naturaleza de la pregunta que formulamos condiciona la respuesta que habremos de obtener y, con ello, el propio valor del conocimiento obtenido. En ese sentido, conviene tener en cuenta que existen dos tipos de conocimiento: el ontológico y el epistemológico, y que cada uno de ellos dispone de sus propias claves de acceso, que son las preguntas que hemos de hacer en cada caso: mientras al ontológico le corresponde el «por qué» o el «para qué», al epistemológico le corresponde siempre el «cómo», y en esa simple distinción al preguntar se delimitan los ámbitos en los que hallaremos respuesta: el ámbito metafísico en el primer caso, y el metodológico en el segundo. Tengamos en cuenta que la insatisfacción del conocimiento que habitualmente achacamos a una respuesta errónea, tiene a menudo su causa en una pregunta incorrecta.

La idea de un «porqué» de las cosas procede del acto previo de dotarlas de un sentido y de una finalidad —que es lo que se busca a través de la pregunta— y sólo tiene cabida en el espacio del pensamiento donde las preguntas no tienen respuestas categóricas y sólo aspiran a inducir nuevas preguntas. Cuando el «por qué» apela a o invade la epistemología lo hace desde el vicio del pensamiento que no distingue entre Filosofía y Ciencia, y está, por tanto, condenado al fracaso y a la decepción. A pesar de ello, es inevitable que la tendencia natural del que busca una explicación sea preguntarse por el por qué de aquello que desconoce o no entiende, pues, de forma extraña, la teleología supone para mucha gente un reto a la intuición menor que la causalidad. Además, la respuesta a un «cómo» lleva implícito siempre un complicado discurso metodológico que no todo el mundo entiende o está dispuesto a aceptar.

Sin embargo, en lo que respecta a la fotografía esta tendencia se invierte y es el «cómo» lo que interesa al común de la gente, en detrimento del «por qué». De forma sorprendente, en fotografía todo el mundo está dispuesto a asistir a largas y farragosas disertaciones metodológicas que se ven como discursos de «desocultación» en los que hallar atajos técnicos y vías «milagrosas» a lugares inalcanzables. Pero, ¿acaso no fue siempre el método artístico algo inalcanzable para una mayoría?. ¿Desde qué extraña petulancia nos permitiríamos preguntarnos «cómo» Miguel Ángel labró la piedra de la que extrajo su David, sin habernos preguntado antes por el espíritu que guió su mano?. En la contemplación del Arte la magia ha de estar siempre por delante del método, pues, de modo contrario, una escultura se convierte en piedra, una pintura en óleo, y una película en su «making off». La razón por la que la fotografía ha dejado de inspirar magia está en su democratización: el hecho de que todo el mundo se vea como un potencial fotógrafo —que no artista— hace que se interese exclusivamente por los aspectos «profesionales» de la fotografía, y deje de lado otros que considera de orden menor. En lo que tiene que ver con mi propia experiencia, he de decir que todos los correos privados que en estos últimos años he recibido de gente interesada en mi trabajo, todos sin excepción coinciden en solicitar de mí una guía métodológica —lo que en términos fotográficos se llama «tutorial»— de alguna de mis fotografías, siendo habituales en ellos las preguntas del tipo: «¿cómo iluminó usted...?, ¿cómo editó tal o cual fotografía?, ¿podría indicarme qué método utiliza para...?, ¿cómo logra usted tal o cual efecto?, ¿le importaría indicarme algunos trucos para mejorar mis fotografías?. Jamás nadie se mostró interesado en preguntarme por qué hice una determinada fotografía ni qué propósito esconde; a nadie le importó qué tipo de espíritu inspiró aquella, ni mucho menos, de qué reflexión partió esta otra. Y esa ausencia de inquietudes «esenciales» en fotografía pone de manifiesto la escasa consideración de que goza entre las disciplinas artísticas, si es que, como creo, aún sigue figurando entre ellas. Porque si aún lo es y, por tanto, apela a la subjetividad, necesita entonces ser pensada de una manera que trascienda del material y de la técnica, y se adentre en los dominios de la abstracción, de igual forma que se hace, por ejemplo, en los casos de la pintura, la escultura, la música y el cine. Pero, desgraciadamente, una mayoría ve en la fotografía una disciplina menor a la que cualquiera tiene acceso mediante la técnica y el conocimiento, carente, pues, de aspectos que merezcan un pensar «filosófico» y carente, por tanto también, de un sentido y de una finalidad.

En fotografía, a diferencia de otros ámbitos, sobran «cómos» y faltan «por qués». De hecho, nunca debería apretarse el disparador sin haberse preguntado antes por qué hacerlo.





6 comentarios:

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    1. Excelente Mikel. De acuerdo al 100%.
      Un saludo.

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    2. Estoy totalmente de acuerdo Mikel. Aunque una fotografía no esté técnicamente perfecta, para mí debe estar emocionalmente perfecta y eso es lo difícil y único. Gracias

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    3. Fotosofía, "luz del conocimiento"? o Conocimiento de la luz? o Conocimiento-luz? Ya de por si, el conocimiento es luz.Me sentí muy provocado por tu reflexión, me parece que por ahí nos debemos unas conversaciones.Te agradesco de todas formas tu planteamiento Hugo...Gracias...!

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  2. Pues sí, lamentablemente la situación es ésta. Muy bien expuesto.
    Un saludo.

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